Elsa Riveros empezó desde muy pequeña en la música. Su papá, oftalmólogo, pianista y amante de la música clásica y, su mamá, enfermera y cantante aficionada, la apoyaron desde que tenía 5 años con clases de tiple y guitarra. “Mi primer escenario fue mi casa cantando y tocando para los amigos de mis padres... Mi hermana en el tiple y yo en la guitarra”, recuerda Elsa.
Aunque nunca se animó a estudiar música formalmente, era su pasatiempo, la mejor forma de estar con amigos, armando grupos. Escuchar, cantar, crear, eran procesos divertidos y caóticos. Por eso nunca fue parte de los grupos formales del colegio como el coro o la murga. “Yo quería cantar otras cosas, moverme y expresarme libremente y eso no se puede en esos grupos”.
Pero tres llamadas telefónicas cambiaron su vida para siempre:
La primera, para reemplazar en una presentación al cantante de una banda llamada Graffiti, que no podía estar para un evento. La misma que luego se convirtió en “Pasaporte”, y significó el com
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